Cuando uno piensa en un arma -considerándola en sí misma- y no en un flujo dinámico, un juego de constante busca de ventaja, se pierde de vista su destino inminente: chatarra. Lo que puede aparecer magnífico y macíso eventualmente enfrentará la herradumbre y el óxido, enemigo fatal de cualquier vehículo blindando.
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